EJERCICIOS ESPIRITUALES

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CONSIDERACIONES PARA VIVIR INTENSA Y PROFUNDAMENTE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

 

Consideración de los pecados

Fijamos la mirada en el amor misericordioso de Dios, en su ternura y en su plan de salvación. A su luz, reconocemos aquello en nuestra vida que no le agrada, y con un corazón humilde nos disponemos a una confesión sacramental sincera, profunda y transformadora.

Contemplación de la vida de Cristo
Contemplar la vida de Jesús despierta en nosotros el deseo de conocerlo, amarlo, seguirlo e imitarlo. Esta experiencia nos impulsa a vivir según su Reino, a servir con amor y a evangelizar, diciendo como San Pablo: “Señor, ¿qué quieres que haga?”.

La Pasión de Cristo
Adentrarse en la Pasión de Cristo es penetrar en el misterio de su amor redentor. Al contemplar su sufrimiento por nuestros pecados, nos sentimos llamados a unirnos a su cruz, a identificarnos con Él y a ofrecer nuestra vida con amor y gratitud.

La Resurrección y Ascensión
La resurrección espiritual es la meta de toda vida cristiana. Tras una transformación interior, nos entregamos a Cristo glorioso para que Él reine en nosotros como Señor y Rey. Hacemos nuestra la oración de San Ignacio: “Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer; tú me lo diste, a ti, Señor, lo devuelvo. Todo es tuyo, dispón de ello según tu voluntad. Dame tu amor y tu gracia, que esto me basta.”

 

NORMAS PRÁCTICAS PARA HACER LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

 

El hambre y la sed de Dios: alma de los Ejercicios
Los Ejercicios no son un curso académico de teología, sino un encuentro profundo con Dios. Son un tiempo privilegiado para la oración, la contemplación y el recogimiento interior. Todo en estos días —el silencio, el alejamiento del mundo, las pláticas del sacerdote— está orientado a facilitar un diálogo personal e íntimo con el Señor. Es un tiempo para despertar en el alma una sed ardiente de Dios y dejarse conducir por su gracia.
Vienes a dejar el pecado, a abandonar la tibieza, y a encaminarte con decisión hacia la santidad. San Ignacio te enseñará distintos modos de orar: meditación, contemplación, aplicación de sentidos, oración litúrgica, “oración por compás”, entre otros. Puede ayudarte la lectura de La Imitación de Cristo (Libro III, capítulos 1 al 3), que trata sobre la voz interior de Dios y las disposiciones necesarias para escucharla. De este retiro te llevarás lo que realmente hayas vivido y meditado en el corazón; lo demás, pasará.

Silencio: camino hacia Dios
Si anhelas conocer las cosas de Dios y crecer en santidad, el silencio no será para ti una imposición, sino una necesidad interior. Como decía san Juan Pablo II, se trata del “silencio de los hombres y silencio de las cosas”. Esto implica:

  • Silencio interior, que consiste en aquietar los pensamientos, preocupaciones y distracciones que impiden escuchar a Dios.
  • Silencio exterior, que requiere respeto hacia el recogimiento de los demás y el compromiso personal de guardar silencio.

Solo en este clima de quietud interior y exterior podrás percibir la voz de Dios y sacar fruto verdadero de los Ejercicios. Sobre los frutos del silencio y la soledad, también puedes meditar en La Imitación de Cristo (Libro I, capítulo 20).

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